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¿Qué significa ser del sistema público de enseñanza en la Escuela de Derecho?

18 de septiembre de 2024
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Las opiniones expresadas en este artículo son únicamente del(a) autor(a) y no reflejan las opiniones y creencias de Microjuris o sus afiliados.

Por Valeria Alicea Guzmán, estudiante de segundo año de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico

«¿Qué significa ser de escuela pública en la escuela de derecho?».

Con esta pregunta comienzo mis entrevistas cada vez que debo reseñar la necesidad y la importancia de hacer más accesible las escuelas de derecho y la profesión jurídica para las personas del sistema público de enseñanza. Quizás hacía la pregunta porque es la mejor forma de romper el hielo. Quizás hacía la pregunta porque siempre quise saber a qué me enfrentaría cuando llegase a la escuela de derecho.

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Hace casi ocho años pisé por primera vez el primer centro docente del país, la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras. Allí fue cuando el Pro Bono Enlace con Escuelas Públicas me enseñó el mundo de las posibilidades, ese mundo que te enseña que puedes pertenecer siempre que te esfuerces por llegar. A veces pienso en qué sería de mí si no hubiese participado del programa. Quizás estuviese conforme con las decisiones que hubiese tomado. Quizás sería infeliz por no pertenecer.

Atribuí todas las culpas a la orientación en mi escuela superior, por no mostrarme todas las posibilidades de estudio y universidades a las que podía acceder. Enlace con Escuelas Públicas es parte de mí porque de otra forma no hubiese llegado a la Universidad de Puerto Rico. Recuerdo que Alejandra, quien era una de las probonistas cuando participé en el programa, me comentó en una entrevista que ser de escuela pública significa enfrentar constantes retos. Pero, ¿a qué retos se refería? Es que no entendía. De afuera no se entendía. Solo se veían estudiantes que aspiraban a ser profesionales del derecho. Quizás no es tan fácil describir los retos. Es que solo la persona que los vive y enfrenta puede entenderlos.

María, a quien también entrevisté para una historia relacionada sobre la experiencia de estudiantes de escuelas públicas en el derecho, relató que una vez un profesor preguntó: «¿quiénes estudiaron en escuela pública?».

Cuando María alzó la mano, se percató que, de aproximadamente 40 estudiantes, solo tres personas mantenían la mano arriba. Recuerdo sorprenderme por aquella historia y siempre la tuve en mi mente. Tanto así, que le preguntaba a egresados o estudiantes de derecho si en las clases hacían aquella pregunta. Me contestaban que no, que eso no pasaba, que en la escuela de derecho no hay distinciones. Todo equidad, todo por igual. Quizás, porque aquella pregunta se veía tan lejana.

...

«¿Quiénes de ustedes estudiaron en escuela pública?». Esta vez me tocó a mí. Alcé la mano. No logré contar las manos que se mantenían arriba. Quería estar pendiente de lo que venía después. Después tocaba contar las experiencias. Volví a alzar la mano. Quizás ganó el impulso de querer hablar por mí y de quienes también quisieron estar a mi lado, pero no tuvieron los recursos para hacerlo. Solo lancé palabras vacías. ¿Cómo voy a criticar el sistema? ¿Cómo voy a criticar el privilegio de personas que no tienen culpa de que otros no lo tengan? ¿Cómo voy a señalar a quienes sin duda alguna serán mis colegas, compañeres o jefes?

¿Cómo iba a decir que se siente como estar en una carrera en la que unos empiezan más al frente, mientras otros estamos amarrándonos los cabetes? ¿Cómo iba a decir que se siente como estar en la arena movediza tratando de salir y a lo lejos las personas solo, sin más, gritan: «Tú puedes, que no hay imposibles. No hay límites. Los límites te los pones tú»?

No se trata de que nos autolimitemos. No se trata de sentir que no podemos. Se trata de un sistema que es así y parece que no puede cambiar. Un sistema al que nos debemos acostumbrar porque simplemente funciona así. Un sistema que tiene fallas y las reconocemos, pero callamos. Nos hacemos de la vista larga porque siempre ha sido así. «Que en todas las profesiones es igual». «Que quien tiene padrino, se bautiza». ¿Y quién no? «Que trabaje y se esfuerce». «Que pregunte y toque puertas». «Que recuerde que no hay límites, que los límites son autoimpuestos».

No es autolimitación cuando no puedes dedicarte solamente a leer los casos y a prepararte para las clases, porque tienes más responsabilidades. No es autolimitación cuando los edificios gigantes priorizan los resumé con colegios de renombre y universidades extranjeras. No es autolimitación cuando sabes que tienes que llenar el resumé para perseguir el éxito profesional, pero arriesgarte a irte para el otro lado del mundo significa una deuda gigante. No es autolimitación cuando no puedes acceder al voluntariado porque tienes una renta que pagar. No es autolimitación cuando nos debemos conformar con: "Si no adquieres experiencia en el área que deseas, no importa. No todos van a practicar la abogacía". No es autolimitación, no es victimización. No lo es. Es solo que por años se conocen las dinámicas, pero pocas personas se atreven a romperlas.

«¿Qué significa ser de escuela pública en la escuela de derecho?». Quizás en algún momento ya no tenga que hacer la pregunta. Quizás en algún momento solo signifique una parte de tu formación académica. Quizás en algún momento solo signifique que hay un estudiantado verdaderamente diverso y una profesión representada por distintos trasfondos.

Las columnas deben enviarse a mad@corp.microjuris.com y deben ser de 600-800 palabras. 

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