’El encuadernador es una especie en peligro de extinción‘

25 de abril de 2021
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Por Daniel Rivera Vargas

Aquellas manos con dedos gruesos y uñas cortísimas comenzaron poco a poco a ocupar parte de la mesa con instrumentos que no son los usuales en la oficina del abogado: un martillo, aguja, hilo y pega blanca.

También tijeras, cuchillo y un rolo a corta distancia de instrumentos públicos tan importantes como compraventas, poderes y testamentos.

Y, de repente, también aparecen barrenas de taladro.

«Para cuando son protocolos grandes», explicó a Microjuris.com el encuadernador Aníbal Huamaní, de 55 años. «Es un trabajo artesanal, tiene su técnica, el procedimiento, cómo hay que hacerlo y lo particular es que tiene que ser en carpeta dura, cocido, amarrado», añadió.

Huamaní aprendió a encuadernar con su papá Onofrio Huamani cuando tenía 13 años en su natal Lima, Perú, y practica este oficio hace 12 años en Puerto Rico.

Encuaderna tesis universitarias y protocolos notariales, dijo. En su página de internet, http://www.encuadernador-pr.com, tiene información como modelos de índice y los colores para encuadernar que tiene disponibles. Tiene negro, azul oscuro, azul marino, marrón, rojo, verde, vino.

Conforme el artículo 48 de la Ley Notarial, los cerca de 8,415 notarias y notarios que practican en Puerto Rico están obligados a encuadernar sus protocolos anuales entre enero y marzo del año siguiente al periodo a ser encuadernado. O sea, los del 2020 deberían ser encuadernados antes de marzo de 2021.

Huamaní contó que más del 95% de las notarias y los notarios son responsables, y le piden que le encuaderne sus protocolos en su sede notarial, ya sea en la oficina o en la casa, y que esto lo ha llevado a trabajar por toda la Isla, desde Jayuya, Aguadilla, Guayama, Patillas y en una ocasión por poco se traslada a Vieques. El día que se pautó la entrevista con Microjuris, el encuadernador visitó Naranjito.

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Aunque en su experiencia los notarios y las notarias cumplen con las disposiciones de Oficina de Inspección de Notarías, Huamaní afirmó que algunos se retrasan por varios años en encuadernar sus protocolos, pero a veces es por razones como que no encuentran precisamente un encuadernador que le haga el trabajo. Reconoció también que ha tenido experiencias en que le han pedido que encuaderne sus protocolos en calles o estacionamientos de centros comerciales.

«Una vez me llamó una abogada a pedirme si podía pasar ese mismo día por su oficina, que tenía la inspectora allí. Eran 17 años de protocolos sin encuadernar, sin inspección, no tenían índice, no estaban foliados (enumerados en la parte superior)», contó Huamaní sobre una de sus experiencias.

Pero lo más que observa en las notarias y en los notarios es un deseo de cumplir, porque están conscientes de las implicaciones de hacer mal su trabajo.

«Como la notaría es una responsabilidad bien grande, los notarios le tienen terror a los inspectores. Y no es para menos, una notaría mal hecha implica perder la licencia», dijo.

«Yo le digo a veces a los notarios que mi trabajo no es encuadernar. Es bajarle el estrés a los notarios», concluyó.

Agregó, sin embargo, que «el rol de ODIN es corregir los errores, se hacen los señalamientos, se corrige y, bueno, llevamos la fiesta en paz‘.

Cuando el encuadernador habla de ODIN, no es el dios nórdico padre de Thor —que Marvel ha convertido en un superhéroe de cómic y cine—, sino a las siglas por las que es conocida la Oficina de Inspección de Notaría, el brazo oficial del Poder Judicial que supervisa el trabajo de miles, y que es dirigida por el notario Manuel Ávila De Jesús.

En entrevista con Microjuris, el director de la ODIN explicó que no cualquiera puede encuadernar, porque no se trata de un encuadernado cualquiera y porque hay que cumplir con ciertos estándares para que el encuadernado de los protocolos vaya conforme los parámetros de ley y reglamento.

Para Ávila De Jesús, la importancia de la persona que encuaderna radica en proteger los documentos que maneja el notario o la notaria.

Aunque las personas que ejercen la notaría sean las arquitectas de las obras, en realidad esas escrituras públicas son textos oficiales del gobierno, que por virtud de ley deben ser custodiados con gran celo.

De hecho, cuando la notaria o el notario abandona la notaría, esos instrumentos públicos no se destruyen, sino que ODIN se hace custodio de la obra protocolar por 60 años, y luego pasan del Poder Judicial a la Rama Ejecutiva porque son trasladados al Archivo Histórico, una división del Instituto de Cultura Puertorriqueño (ICP), que custodia documentos notariales tan antiguos como de siglo 19, explicó Ávila De Jesús.

Por su importancia, esa labor de custodia, cuando no se cumple, también acarrea consecuencias.

Ávila De Jesús recordó el caso de un abogado objeto de dos in re, en 2014 y 2016, por el pobre manejo de su obra notarial como por ejemplo, que tenía sus testimonios o affidavits registrados en «notepads» regulares y no en un libro de testimonios. Precisó que le encontraron cerca de 40 notepads en un zafacón de reciclaje. Este letrado fue separado de la abogacía y la notaría.

Para ayudar al notario o a la notaria en esa labor de conservar y mantener la integridad de esos documentos del gobierno, como son los instrumentos públicos, es necesario el trabajo de encuadernar las escrituras, que conforme a la ley notarial debe ser de forma ordenada y conforme a diversas exigencias.

Es aquí donde entran en juego estas personas que conocen de este trabajo cuasi artesanal y de las que quedan muy pocas en Puerto Rico, según el también profesor Ávila De Jesús.

Aunque entiende que pueden ser más, el director de la ODIN dijo que en su oficina tienen constancia de 10 a 12 personas encuadernadoras, a las que a veces recurren para encuadernar protocolos de abogados suspendidos o fallecidos y que tenían obra notarial sin encuadernar.

Una especie que permanecerá a pesar de la tecnología

«Para mí, el encuadernador es una especie en peligro de extinción», sostuvo Ávila de Jesús, aunque más adelante en la entrevista dijo que, aún con los cambios tecnológicos que se avecinan «los encuadernadores van a existir siempre».

Para Wilma Luz Delgado Pedroza, de 69 años —quien lleva más de 45 años encuadernando y es bibliotecaria jubilada del Departamento de Educación— aclaró que existen cerca de 40 personas que encuadernan en Puerto Rico.

Para Delgado Pedroza, las personas encuadernadoras más experimentadas están a punto de retirarse.

Además, resaltó que algunos de los más preparados no tienen la preparación que realmente hace falta para todas las variantes de la encuadernación.

Delgado Pedroza, certificada como artesana en la Compañía de Fomento, explicó que también se ha visto afectada por la escasez de material y dijo que este año por poco se acaba el material para encuadernar protocolos.

«En enero, yo no sabía qué hacer. Comencé a racionarle a los compañeros», afirmó.

Afirmó que no ha visto mucho interés en atender el problema.

La bibliotecaria retirada contó que los verdaderos encuadernadores no se limitan solo a preparar protocolos, sino también a trabajos como restaurar libros, arreglar viejos escritos, ya que hay países con grandes tradiciones de encuadernación.

Dijo que de estos, incluyéndose ella misma, no existen en Puerto Rico, mientras que en otros países hay una gran tradición de encuadernación.

Delgado Pedroza, quien relata que ella estudió encuadernación con Margarita Goebler de Agromayor, esposa de un economista argentino que vino a Puerto Rico para la época de la gobernación de Carlos Romero Barceló y ofreció el curso «Las artes del libro y el dorado», dijo que hay escasez de adiestramiento para encuadernadores, al extremo de que no hay personal para esta tarea en áreas tan relevantes como la Biblioteca José M. Lázaro del recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR).

Esta escasez de preparación y de buen material, según cuenta, afecta la razón principal de la encuadernación.

«¿Sabe cuál es el propósito de la encuadernación? Conservar, preservar y obviamente algunas de esas encuadernaciones muy finas son obras de arte», puntualizó.

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